La pintura en la época de Pedro El Grande

A comienzos del s. XVIII se hacen patentes en las artes plásticas los cambios en el país y la occidentalización traidas por el zar Pedro I. La decadencia de la antigua escuela de pintura rusa comenzó ya en el s. XVII. El s. XVIII trajo la pintura al oleo de temática secular. De entre todos los géneros destacó de largo el del retrato en diferentes formatos.

Los rusos accedieron a las técnicas del arte occidental por dos vías: por un lado artistas europeos fueron invitados a trabajar en Rusia y formar una nueva generación de artistas rusos y por otro las residencias de los nobles se llenaron de obras de arte occidentales. Pedro I favoreció personalmente la posibilidad de que los artistas rusos más validos tuviesen la posibilidad de estudiar con maestros europeos, principalmente en los Países Bajos e Italia. A estos estudiantes se les llamaba "pensionistas" por la pensión que recibían del estado para pagar los gastos del viaje. El objetivo del zar no era que los artistas se limitasen a copiar el estilo occidental sino, más a largo plazo, desarrollar una generación de ingenieros, científicos y artistas que pudiesen competir al mismo nivel con sus colegas europeos. 

En 1716 los primeros pensionistas rusos fueron enviados al extranjero. Era una oportunidad excepcional para que pudiesen ver con sus propios ojos las obras maestras de la pintura occidental.

Pedro I acarició la idea de establecer una Academia de Bellas Artes en Rusia. Este proyecto no llegó a realizarse durante su vida aunqe si hubo una Escuela de Artes y Ciencia que abrió en San Petersburgo en 1726. Los estudiantes recibían formación en dibujo y grabado, añadiéndose un curso de arquitectura en 1747 al curriculum.

Fue sólo al final de su reinado cuando el zar pudo ver algunos de los frutos de sus esfuerzos. Estos se concretaton en las figuras de dos estudiantes: Andrei Matiéev e Iván Nikitin. Aunque sus carreras fueron breves tuvieron el tiempo de probar que el esfuerzo empleado en sus lecciones en los Países Bajos y Florencia. El arte del retrato se iba librando de las tradiciones de la pintura de iconos e iba haciendose más franco y naturalista.

Fue costumbre durante la época de Pedro I y sus sucesores inmediatos (Catalina I, Pedro II y Ana Ioanovna) así como entre la corte y nobleza realizar importantes encargos a artistas extranjeros. Su papel fue muy importante al mostrar como trasladar acontecimientos de la vida rusa a un lenguaje artístico aceptado en el occidente europeo. Mostraron a los artistas rusos una nueva manera de pintar, nuevas imágenes y métodos para expresar ideas abstractas. Muchos de éstos artistas extranjeros acabaron estableciéndose en Rusia. En un estado autocrático como el de Pedro I los especialistas venidos del extranjero gozaban de ciertos privilegios y libertades. Podía abrir estudios en donde podían tomar alumnos. Se admite que las obras que salieron de estos alumnos no fueron de un gran nivel pero que aun así contribuyeron a la europeización de la pintura rusa.

Louis Caravaque fue el más eminente de estos maestros llegados de Europa, llegó de Francia en 1716 y permaneció en Rusia hasta el fin de sus días, en 1754. Nacido en Marsella y de origen español, trabajó en la corte de Luis XIV y fue testigo del nacimiento del Rococó llevando este estilo a Rusia. Dicho estilo no fue muy popular en Rusia siendo tan sólo característico de mediados del s. XVIII en la capital.



Otro de los maestros extranjeros más reputados de la epoca fue el bávaro Gottfried Tannauer, reconocido por su retrato de Pedro I en la batalla de Poltava.


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