Aunque Mijail Nésterov se formó en la pintura de género con maestros como Perov o Makovski, se apartó pronto de ésta para entrar en la busqueda de una arte más espiritual, centrándose en la religiosidad del pueblo ruso.
Con esta obra Nésterov inaguró un ciclo basado en la vida del santo Sergio de Rádonezh, uno de los más venerados del país. Cuenta la vida del santo que originalmente fue bautizado con el nombre de Bartolomé y que pese a ser un joven despierto tenía una gran dificultad para leer. Un día se encontró con un anciano monje que le ofreció un trozo de prosfora para comer y al comerlo adquirió el don de leer e interpretar las Sagradas Escrituras.
En el cuadro vemos como el anciano, que como una figura de otro mundo, sostiene un relicario que parece ofrecer al niño. Nésterov compuso el cuadro en Abramtsevo, en los alrededores de Moscú, lugar en donde parece se inspiró para realizar la naturaleza de este cuadro.
Esta obra forma parte de la colección de la Galería Tetriakov de Moscú.
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